Su vida y su muerte

Jesús, aunque nació en Belén de Judea (Mt 2.1), se crió en Nazaret, un pueblo de poca importancia al norte palestino, en las montañas de Galilea (Mt 2.23; Jn 1.46 ). Esa provincia, distante culturalmente de la capital de Judea, Jerusalén, desde el punto de vista religioso era también más relajada, pues la Ley se aplicaba con menos rigor. La fama de la ciudad se pone de manifiesto en el comentario revelador de Natanael: «¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1.46). Los judíos, a su vez, decían de forma categórica: «... el Mesías no puede proceder de Galilea» (Jn 7.41). Y para convencer a Nicodemo del engaño del predicador palestino, le indican: «... verás que de Galilea jamás procede un profeta» (Jn 7.52). Inclusive, la entonación al hablar y el acento extraño de los galileos los identificaba, y generaba desprecio entre el resto de la comunidad judía (Mt 26.73). Nazaret era, además, un centro de gran agitación política y social.

Procedía Jesús, de una ciudad subestimada por la comunidad y de un hogar humilde y modesto. Durante treinta años se confundió de forma tal con sus parientes y semejantes, que se destacó muy poco. Sus conciudadanos, al conocer de las enseñanzas de Jesús en la sinagoga, decían admirados: «¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven sus hermanas también aquí, entre nosotros?» (Mc 6.3). La incomprensión llegó al punto que en una ocasión lo expulsaron de la sinagoga; el enojo se basa en que «Jesús insinuaba que la bondad de Dios no es solamente para el pueblo de Israel sino también para los de otras naciones» (Lc 4.28 ). Y sus familiares, al percatarse de lo que había ocurrido en la ciudad, quedaron avergonzados -o temerosos- «pues decían que se había vuelto loco» (Mc 3.21). Posteriormente, al notar la fama y el éxito del joven predicador, son sus propios hermanos los que le exhortan a viajar a Jerusalén: «No te quedes aquí; vete a Judea, para que los seguidores que tienes allá también vean lo que haces. Pues cuando uno quiere ser conocido, no hace las cosas en secreto. Ya que haces cosas como estas, hazlas delante de todo el mundo» (Jn 7.3-4). De acuerdo a Juan, «ni siquiera sus hermanos creían en él» (Jn 7.5).

Jesús era carpintero -el vocablo griego también significa «albañil» (Mc 6.3 )-, y recibió la formación tradicional que recibían los artesanos de la región -el texto de Isaías 44.13 describe algunas de las herramientas usadas en esta artesanía-; también su padre era carpintero (Mt 13.55). Tradicionalmente en Israel las obras de carpintería, como el resto de las artesanías, se llevaban a efecto en pequeñas empresas familiares. Y la proximidad a las materias primas y medios de producción -p.e., agua, madera o combustible- fomentó la agrupación de artesanos del mismo ramo en aldeas o en comunidades (Neh 11.35; Jer 37.21). La labor fundamental de los carpinteros era trabajar la madera para producir casas -p.e., techos, puertas, ventanas y muebles- y herramientas para la agricultura -p.e., yugos-. Esas experiencias en el taller artesanal posiblemente fueron el telón de fondo de algunas enseñanzas fundamentales de Jesús -p.e., la imagen del «yugo» en el compromiso cristiano (Mt 11.29-30) y el mensaje de lo que cuesta seguir a Cristo (Lc 14.28-30)-.

En el entorno de la sinagoga y el hogar, Jesús aprendió a leer las Escrituras; es decir, recibió el mensaje de los antiguos profetas de Israel, apreció la literatura poética y sapiencial judía, y descubrió el valor y la importancia de la Ley de Moisés. El hijo de José y María posiblemente no tuvo la oportunidad de frecuentar las importantes escuelas rabínicas de la época, como lo hizo el apóstol Pablo, que provenía de una familia que podía brindarle esas experiencias educativas (Hch 22.3)-. Sin embargo, esas realidades familiares no limitaron ni disminuyeron las posibilidades teológicas ni la creatividad del joven predicador, ni mucho menos detuvieron sus proyectos educativos. Su cultura estaba fundamentada en una larga tradición que destacaba la justicia y el compromiso con los necesitados y menesterosos de la sociedad. Ese importante trasfondo cultural fue la base para sus enseñanzas religiosas y el marco de referencia para su llamado al arrepentimiento y transformación de individuos y pueblos.

Aunque no fue expuesto a una preparación formal para ejercer cargo alguno en la administración del pueblo o para ser líder de la sinagoga, ni procedía de una familia sacerdotal prestigiosa, y en el Templo su condición era de peregrino insignificante (Lc 2.46), Jesús interpretó su misión a Juan el Bautista de la siguiente forma: «Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia» (Mt 11.4-5). De acuerdo al evangelista Mateo, la autoridad de Jesús residía no en su trasfondo académico o educativo, ni mucho menos en el prestigio familiar, sino en las demostraciones públicas y concretas del poder y la misericordia de Dios. Las sanidades, las liberaciones de los endemoniados y las resurrecciones eran la anticipación de la llegada del Reino de los Cielos y el mensaje de Jesús era el reto a vivir de acuerdo a las exigencias divinas.



La vida de Jesús sobre la tierra puede dividirse en dos grandes períodos, (1) su vida privada, hasta que cumplió los treinta años de edad; y (2) su vida pública, la cual duró cerca de tres años.

A la edad de doce años subió Jesús a Jerusalén a celebrar la Pascua con sus padres. Allí en el templo "en medio de los doctores de la ley" y todos los que le oían, "se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas" (Lucas 2:41, etc.).

Trascurren dieciocho años de los cuales no tenemos registros, excepto que regresó a Nazareth y "crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres" (Lucas 2:52).

Comenzó su ministerio público a los treinta años aproximadamente. Es creencia general que el mismo duró unos tres años.

   Los Evangelios muestran la autoridad de Jesús en cuatro áreas:

1. Sobre el diablo.2. Sobre las instituciones judaicas (la Ley, los profetas, etc.).3. Sobre el pecado.4. Sobre la naturaleza
  



Manifestación del Reino de Dios por medio de su predicación, enseñanza y poder.

 El aspecto presente.

a.-
Predicación y Enseñanza con autoridad.

b.- "Espíritu sobre mí..." - Luc. 4:16ss.

c.- "...entre vosotros..." - Luc. 17:20-21.

d.- Bienaventuranzas - Mat. 5:3, 10-12.

e.- Poder como testimonio de su Autoridad.

f.- Expulsión de Demonios por medio del Espíritu Santo -  Mat..12:28=Luc. 11:20.

g.-Testimonio de las obras - Jn. 9:26-34, 10:24-38, 15:24.

h.-Transfiguración - Mat. 17:1-7.

  El aspecto futuro.

1- Predicación y Enseñanza.

2- Bienaventuranzas - Mat. 5:4-9.

3- Discurso Escatológico (esp. Mat. 25:31-34) - Mat. 24- 25=Mr. 13.Luc. 21.

4- Resurrección como promesa futura - Mat. 16:21, 17:9, 20:17-19, 26:32.

5- Ultima cena - Mat. 26:26-29--Mr. 14:22-25--Luc. 22:14-20.

6- Promesa del Espíritu Santo - Mat. 10:20; Mr. 13:11; Luc. 21:15, 24:46-49; Jn. 14:12-26, 15:26-27, 16:7-14.



Jesús el predicador, sanador y profeta

 * Lucas 14:18-19  manifiesta la naturaleza del ministerio de Jesús. 



Predicar, enseñar, sanar.  Ministerio completo.  Mt. 4:23; 9:35; 11:1; Lc. 5.15, 5:17; 6:18; 7:22; 9:11 

Los milagros eran testimonio de que Elías y Eliseo eran profetas enviados por Dios

 A estos dos hombres menciona Jesús en Lucas 4, cuando se refería a que ningún profeta es acepto en su propia tierra.Los milagros eran las cartas credenciales del ministerio de los enviados por Dios.

Juan 37-38  Las obras dan testimonio de mí.

Hechos 2:22  "Jesús Nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, . . . a este. . . prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole".

La muerte de Jesús fue una meta de su ministerio. Jesús resucitó y asi redimió a todo su pueblo.Jesús es el Redentor de la humanidad.